Septima Proculcatio Alaudae

La calma en ondulaciones de luz proyectadas contra la cerúlea penumbra nocturna de la cubierta, auroras boreales supracuáticas cuasi celestiales, contemplan...

la palidez de los focos submarinos dibujando las sombras de los cuerpos, el agua cubriendo los oídos y amplificando el borboteo incesante... la ausencia de ecos de pelotas de goma que podrían estar rebotando en cualquier parte, rellenando el enorme paréntesis de silencio, altavoces de un abismo confortable y cálido...

Los dos cuerpos flotando, tendidos en la resaca del recuerdo del trabajo, ingrávidos sobre los mosaicos de azulejos, se abstraen de un exterior violento e impasible que arrecia tras los cristales... los enormes ventanales se abalanzan sobre el crudo cielo petroquímico, urbana marea negra astrocida, para devolver la indiferencia del mundo...

Tocan fondo, las puntas de los dedos de los pies, las manos, los juegos, las presas, las ahogadillas, los espacios y el aire comprimidos, las cinturas, los pechos, los labios... en sus trajes de licra del futuro, bajo sus gorros siderales con los cabellos enracimados, empapados, a una distancia imprudencial, porque no están solos...

Y en esa duda, en ese paso, donde sería tan fácil, aparentemente sencillo, desabrochar o apartar, apretados contra el perímetro y la piel perlada gritando, con los brazos desnudos, las caricias desnudas, la dermis ardiendo, permitir que el sismo interior se desboque y derroque el complejo entero, las bañeras de hidromasaje, las piscinas de agua salada, las ducha bitérmicas, las saunas de hielo, los vestuarios de monedas, la recepción de toallas; incluso la habitación de hotel, las cenas en restaurante, los paseos y el shopping, la ciudad costera, su playa, el mar... un fin de semana completo a los pies, convertido en polvo y polvo y polvo...

Luego la mañana como una despreciable alondra gris y el brillo senescente de la alta definición, cobrando la serenidad inquietante de los parques de palomas y migajas de pan... un baño cruel de sales terapéuticas con los ventanales penetrados por el cielo azul y el astro rey, la esfera solar entera ardiendo en su trono como una falla sin indulto posible...

de lejos vienen las conversaciones de oficina, el rumor de las cafeterías, el orden de la arquitectura de los horarios... El abrazo ya no como un maremoto sino como pedernal... la piel arrugada por el tiempo y los cuerpos térmicos, conservándolo todo, no dejando escapar nada aunque sea inevitable...

Escenas de un cortometraje con cuidada fotografía, rollos de película proyectando la ficción de la realidad, dulces, dulces hasta el olvido, dulces siete paraísos artificiales en los que nos hemos visto desproveídos y amparados, rincones de nuestros cuerpos donde nos hemos cobijado y aún hoy seguimos navegando...


1 comentario

aningunsitioperoquesealejos dijo...

Lo pasamos bien. Fue muy agradable. A ver si el octavo aniversario va igual de bien. :)